martes, 26 de julio de 2011

Por una arquitectura social y sostenible

ES MÁS que evidente el impacto social que la arquitectura genera en la población y en su entorno; de ahí la importancia que tiene el que los arquitectos aporten soluciones para lograr el mantenimiento del equilibrio que debe existir entre el desarrollo humano y la gestión ecológica de dicho entorno. Por lo que no cabe duda de que la sostenibilidad en su conjunto, incluida, por supuesto, la arquitectura, sólo será posible si los ciudadanos y sus dirigentes se la creen y apuestan por ella con algo más que palabras.
No olvidemos que el objetivo final de cualquier propuesta de sostenibilidad debe pasar por mejorar las condiciones de habitabilidad de la población; incluidas las de las generaciones futuras. Por consiguiente, de lo que se trata es de que, a través de la arquitectura y de la ingeniería -disciplinas cada vez más interrelacionadas-, también se pueda y se deba intentar llevar a cabo un cambio ético y social que abarque un modelo de desarrollo que sea, a su vez, un cambio de modelo de vida que tenga como objetivo, por qué no, la búsqueda de la felicidad de las personas que habitan un determinado lugar, que no sólo tiene por qué circunscribirse a un hogar, sino a todo lo relacionado con su entorno más inmediato: calles, plazas públicas, colegios, mercados, parques y jardines, centros comerciales?
Podemos decir, pues, que tenemos que apostar por una arquitectura que busque, o, al menos, promueva, la felicidad; al intentar que las viviendas se adapten a sus moradores y no al contrario; y que, además, éstas sean económicas para el bolsillo. Viviendas sencillas, tecnológicamente hablando, con iluminación y ventilación naturales, y con una sobriedad arquitectónica acorde con la necesaria funcionalidad de lo construido.
Por desgracia, hoy en día se ha trivializado mediáticamente incluso el ejercicio de la arquitectura; lo cual introduce una desventaja, al no poder cumplir con los mínimos exigidos para impulsar la arquitectura sostenible que la sociedad demanda y necesita. Muchos se oponen a estas iniciativas porque ello implicaría modificar los planes de urbanismo existentes, y sospechan -y sospechan bien- que iría contra los intereses de algunos especuladores al tener que construir viviendas de otro modo, o, incluso, dedicarse con más ahínco a la rehabilitación de los pisos ya construidos y que se encuentran en estado ruinoso.
Pocos promotores están dispuestos a construir viviendas sostenibles, entre otras razones porque los márgenes comerciales y de beneficios que normalmente se reparten la constructora, la inmobiliaria y el propietario del terreno -incluidos los ayuntamientos- implicaría ganar menos de lo que lo hacen en la actualidad. De hecho, una casa de nueva construcción de unos 450.000 euros se podría vender por no más de 150.000 euros y dando beneficios; pero obviamente no serían los 300.000 euros que hoy en día se podrían repartir; de ahí el hecho de que apenas existan en el mercado promociones sociales y sostenibles.
Por otra parte, una construcción, para llamarse sostenible, tendría que reunir unas mínimas condiciones de edificabilidad y habitabilidad, tales como la de poder autorregularse térmicamente sin aportes externos de ninguna clase; que los materiales de construcción hayan sido obtenidos sin que, a su vez, éstos hayan producido deshechos tóxicos; que las técnicas de construcción supongan un mínimo de deterioro medioambiental evitando, además, en lo posible, el impacto visual con el entorno; buscar la optimación de los recursos naturales de aquellos elementos que haya fabricado la mano del hombre; perseguir la disminución del consumo energético tanto en la construcción como en el posterior mantenimiento de la vivienda; aumentar el aislamiento de las paredes; vigilar en lo posible la orientación sur del edificio; permitir su transpirabilidad y su ventilación natural y soleada; reivindicar la importancia de los balcones y los ventanales, así como su ornamentación floral, junto a la creación de pequeños jardines verticales, porque ello contribuye a mejorar la calidad ambiental y paisajística del entorno urbano donde se haya construido la casa o el edificio, porque ello aporta color y calor a un paisaje normalmente desdibujado e impersonal?
En definitiva, la arquitectura sostenible debe ser social y comprometida, al intentar aprovechar los recursos naturales de manera que minimicen el impacto ambiental de la construcción sobre el ambiente natural que le rodea; en definitiva, una arquitectura que esté al servicio del hombre y que contribuya en lo posible a proporcionarle comodidad, bienestar y, por qué no, felicidad.
macost33@hotmail.com
http://www.eldia.es/2009-02-24/criterios/24-arquitectura-social-sostenible.htm

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